VISTAS ESPECTACULARES DE LA CIUDAD DE GRANADA.


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ORCE (Granada)

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VISTAS: PASEO, IGLESIA, CASTILLO Y PLAZA.

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VISTA AÉREA DEL PUEBLO

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domingo, 24 de febrero de 2019

PREGÓN FIESTAS 2015.CARMEN MARTÍN GÓMEZ.



PREGÓN FIESTAS 2015.
Al norte de la provincia de Granada en la olla que forman las comarcas de Baza y Huéscar se encuentra Orce el pueblo del que quiero cantar sus maravillas Orce recostado en una ladera atravesado por Ramblas y barrancos y con dos gigantes de telón el chalet y la torre la torre de la umbría que lo vigilan a sus pies la Vega regada por el agua que nace en distintos manantiales y que según los historiadores son de las primeras fuentes que dan origen al Guadiana Menor afluente del Guadalquivir y que harán llegar nuestras inquietudes por Andalucía al frente la impresionante mole de la Sagra y Sierra de Castril.
equidistante entre su capital de provincia, Granada y la Región de Murcia hacen que sus tradiciones y costumbres estén a caballo entre ambas regiones.
Orce, tiene una larga historia, repleta de acontecimientos, de los cuales, como Orcerina, me siento orgullosa. dejando esta parte de la historia para Antonio Guillén, investigador, historiador reconocido y enamorado de su pueblo.
En el centro del pueblo, arropadas por las casas como testigos mudos de la historia, están la fortaleza árabe de las 7 torres, y la Iglesia, que, por su forma, esbeltez y tamaño, nos hacen pensar que nuestro pueblo debió ser importante en la comarca años atrás.
Sus casas palaciegas, su plaza, centro de reunión y nunca solitaria, hacen que Orce tenga un encanto especial.
Estos accidentes geográficos hacen de Orce un pueblo singular, resguardado pero abierto, con un marcado carácter peculiar.
Nací en la calle poco trigo, en casa de mis abuelos maternos Gabriel y Pepa, una madrugada fría del mes de febrero, en el seno de una familia con hondas raíces, arraigadas costumbres y tradiciones que marcarán mi personalidad a lo largo de mi vida.

Pero mis primeras vivencias están en la calle Palacio, en casa de mi abuelo Rafael, donde pase mi infancia. aquí mis experiencias vitales, mis emociones, sentimientos, solidaridad, respeto, ayuda y entendimiento y sobre todo alegría porque era una calle muy concurrida y llena de vida.
Mis padres, julio y Ángeles, a los que les debo todo lo que siento por Orce, mis tíos paternos, soledad, que tanto quise y tanto la recuerdo y mis primos Gabriel angustias y Pepe, mi tío Antonio y mis primas Carmen y Rocío, mi tío Rafael y mi primo Pepe,el de Barcelona, y mi tía Angustias, y mis primos Antonio, José  María y Carmelina. por parte materna, mi tía Josefa y mis primas Josefina, Amalia y Maribel, que junto con mis hermanos Pepita, Mari Ángeles y Rafael, forman mi círculo más profundo e íntimo de cariño, ese círculo familiar al que te sientes unida, vinculada, a pesar del paso del tiempo o la distancia…, los genes son fuertes, y la sangre como un te fluye, somos Martín-Ambel Gómez
Mis vecinos de infancia, Miguelito Vega con su tienda de tejidos y su bodega de vino a granel, angustias y Cleto, qué patatas fritas están buenas hacía, yo me comía las primeras que salían torradas en la sartén, y qué peros de las fuentecicas, los traía Cleto en las aguaderas las ponía en el portal, y empezaba nuestro ir y venir a comer los, qué sabor, nunca he vuelto a encontrarlo. El tío Juan y la tía Ana María, Antonio y Rosita, qué formalidad, nunca una palabra más alta que la otra. Haciendo rincón, el tío justo y la tía Manuela, Cristeta, Manuel y Juan de Dios, (el Chache) que tenía un taller de arreglo de bicicletas, además de todo lo que se rompía en la calle.
Más arriba, y estrechándose la calle, la familia de Práxedes, y Manuela, su hija Lolita, con la que siempre me iba a la plaza. subiendo la cuesta arriba, Isabel y su hijo Piquique, que yo veía altísimo, y Concha, que me contaba infinidad de cuentos, su marido Francisco Chaparro y su hija Mariquita, que siempre estaba cantando, y sigue casi con la misma voz.
Enfrente victoria y Anica, las Panizas, muy amigas de mis abuelos, y que de vez en cuando le hacían visitas, me daban una perra gorda y me compraban un “chambi”. hacia arriba, el barrio Perchel, uno de los más castizos del pueblo y que casi me acuerdo de todos sus personajes (las Ampitas, los Tortas, las Generas, los Zanquilargos…). Hacia abajo, la tía Mercedes, ¡qué envidia me daba de la “palmarrizá” del huerto! Las Mudas, que eran listísimas y vivían con sus abuelos.  A continuación, el Correo, con sus hijos Cristina, Palmira, César, Joaquín, Socorro y Luis, y su madre Adolfina, ¡qué buena mujer! Por las tardes, en la puerta del correo, una importante reunión, recoger las cartas. Se nombraba en voz alta a los destinatarios, incluidos los apodos. si no había quien la recogiera directamente, los más cercanos la recogían en su nombre, con la advertencia de no de tenerlas. Estas cartas representaban la ilusión, sobre todo para quien tenía el amor lejos… Y decepción y tristeza de quien no recibía las tan esperadas noticias. Compartíamos las penas y alegrías de quien recibía y de quien no.

Aquí aprendí a decir “periódico”, que yo recogía todos los días para dárselo a mi padre y que venía también en el coche desde Baza al atardecer. Siguiendo, mi casa, a continuación, Simón, que pescaba en Fuencaliente, que aún no había piscina y Constancia, que se empeñaba en que le dijera tita Constancia, con disgusto de mi abuelo. Sus hijos, Rita, Amparo, Sebastián y Fernando, que no sabían que inventar para tenernos embobados sobre todo a Cletillo y a mí.

Dando la vuelta y hacia abajo, la casa de la tía Sacramento y el tío Bautista. Sus hijos Juan Pedro, María, Juanita y Mento. Cuando se murió su hijo Luís fue la primera experiencia con la muerte que recuerdo profundamente.
En la esquina de enfrente, la escuela de Doña Nieves, donde aprendí a leer. Qué métodos más alejados de los actuales, pero que buena maestra, aunque estricta, nos enseñó mucho, Don José, su marido y sus hijos Pepito e Isa.
Los días transcurrían lentamente con alegría, y la sensación de formar parte de una gran familia que empezaba en tu casa y se extendía por la de tus vecinos. Entrabas en sus casas con mucha libertad y participabas de su día a día.
Todas las tardes jugábamos hasta que llegaba la noche. El Paseo era el lugar para entrenarnos en el salto de altura, el escondite, el troli, la rayuela y el diábolo. Jugábamos niños y niñas, Luís el del Correo, Cletillo, Mariquita la de Alfredo, mi prima Maribel, Rosario de la Galerilla.
Solía pasar al atardecer un hombre alto, serio y taciturno. Lo llamábamos Simón, con cierto tonillo que hacía que se irritara, nos insultara, y nosotros a correr escondiéndonos entre los carros.  También nos peleábamos y algunas tenían muy buen tino para aporrear con las piedras, hasta tener que salir las madres a curarnos, pero estas peleas duraban poco.
Recuerdo mi aventura con Rosario la de Julia “la Avellanera”, éramos muy amigas. No olvido el día que nos escapamos para ir a la fiesta del Cristo a Galera, pero a la altura del Marchal, nos encontramos a mi tío Pepe Ambel, que paseaba con su
mujer y al vernos nos preguntó dónde íbamos, se lo dije y claro, ¡frustró nuestra escapada!
Yo entraba en todas las casas y me daba envidia ver lo que hacían. En casa de la tía Sacramento, Mento me preparó un bastidor para bordar, pero no fui muy constante. En casa de la Piñera me sorprendió ver a la chacha Pilar haciendo bolillos, y le dije “las mamás no hacen eso”, deduzco que mi madre no hacía bolillos.
En el verano Pura Morales, en la hora de la siesta, montaba un taller para enseñar a hacer bolillos y allí íbamos todos con nuestro bolillero. Pura era sorda y de poca paciencia; se metió una cucaracha en el bolillero de mi hermana Pepita y como nos reíamos, Pura se enfadó y nos echó a la calle, pero volvimos al día siguiente. Su hermano Miguel que era carpintero, sacristán y organista, tenía un andar característico y cantaba en la iglesia en el oficio de difuntos en latín y gregoriano.
No quiero olvidar aquí mencionar a Pepe “El Señor”, amigo desde la infancia de mi padre, frustrado jesuita, que en las noches plácidas y frescas del verano nos decía sus sermones por el paseo, a altas horas de la madrugada y llamaba a mi padre diciendo: “Julio levántate de esa tumba que viene el ministro”. Nos despertaba a todos, grandes y chicos y al día siguiente no se acordaba de nada. Era culto y educado y conocía Madrid mejor que los madrileños, porque sus vacaciones las disfrutaba allí todos los años.
A la calle Pocotrigo, iba mucho porque allí vivían mis abuelos Gabriel y Pepa. Me encantaba ir porque me lo consentían todo. Esta calle es de las más antiguas del pueblo y forma parte de la Morería (barrio árabe), según los eruditos. Tiene para mí un atractivo especial.
Recuerdo a sus antiguos vecinos, Rosa, a la que mi madre quería muchísimo, y su hija Rosario que tanta alegría me da verla porque me trae muchos recuerdos. La tía María Gracia y su hijo Antonio Molina, el matrimonio formado por el tío Salvador y María de la Cruz, Encarna, la Pinara, casada con mi tío Rafael, Marcela y el Belloto, las casas de los Chaparros, la tía Natividad y el tío Miguel… La Rerra, tienda abierta las 24 horas, y al final de la cuesta, una casa cerrada pero habitada por tres niños que, desde dentro de la vivienda, jugaban con nosotros que lo hacíamos en la calle. Ellas nunca salían y esto tenía su misterio, que yo nunca descubrí, y cada vez que paso recuerdo a las Currucas.

Bajando la calle, la Placeta del Reloj, donde tomábamos el sol y una acequia grande, llena de agua, jugábamos a saltarla cuando llevaba agua. ¡Qué grande nos parecía y que aventura saltarla…! En esta plaza, el hospital, donación de Don Alfredo, que servía para albergar a los indigentes que llegaban pidiendo amparo. Allí vivían permanentemente Mariana y María Ramal, con todos sus hijos, que no eran pocos, pero bien conocidos. Recuerdo como uno de ellos ya en aquellos tiempos, decía “yo me voy a Barcelona, y que le den por … a España”. (Todo está inventado).

Continuando hacia abajo, la casa de mi tía María Ambel, y la casa de la Minera. Una vereda estrecha que conducía al huerto de mi abuelo Rafael y donde me encantaba jugar con mis amigas Quicas e Inmaculada (Águeda, su madre, que era muy cariñosa). Nuestro juego eran las casicas y cogíamos higos y uvas, que hacían nuestras delicias. Llamaba nuestra atención la flor del azafrán que aparecía por los paseillos.
ORCE siempre ha sonado en la comarca y provincia, y esta vez lo hacía con un grupo de muchachas que jugaban al baloncesto marcando época. Rocío, Carmelina, Titas, Loli Guillén, Glorica, Pilarita.. Hicieron historia en el deporte de ORCE, y en Granada, eran conocidas por su entrega y lucha para ser campeonas, su entrenador Nicolás López del Hierro, impulsadas por Rosario la de Juliana, tan conocida y orcerina de pro, sirviendo desde el Ayuntamiento a todos sus paisanos sin distinción.
Las mujeres de ORCE han sido el alma de la vida familiar. Han trabajado duro. Caracterizándose por ser muy limpias y sus casas puestas con mucho primor. Sus manos primorosas en hacer bordados, puntillas de bolillos y crochet, punto de media… Su estilo, presencia y cuidados personales definen a la mujer orcerina.
ORCE se distingue por vivir sus fiestas con intensidad, y como dicen los jóvenes “a tope”. Todo el pueblo participa y acuden de todos los pueblos de la comarca.
ORCE no tiene igual en lo que a fiestas y saber divertirse se refiere. En las vísperas de Navidad se celebra la Inmaculada con las Hijas de María, se estrenaba el abrigo y se empezaban a hacer los dulces, hojaldres, magdalenas, rosquillos y los roscos de nueces, en los hornos del tío Pedro y la tía Ascensión. Venían a recoger a la casa las tablas de pan y dulce y luego las traían cocidas.

Se celebran las Misas de Gozo al amanecer, cantadas por el grupo de las Ánimas, con aquel lenguaje casi ininteligible, pero con deliciosas composiciones para bandurria, laúdes y guitarra. Años más tarde, cuando pasé la Navidad en Venezuela, en el estado de Apure, en pleno llano venezolano, limitando con Colombia, descubrí que se celebraban las Misas del Niñito Jesús a las 4 de la mañana, y que son lo más parecido a las Misas de Gozo, y no imagináis cómo disfrutaba recordando ORCE, pero, eso sí, sudando mucho pues es tiempo de verano.

Con la Nochebuena empezaban las fiestas de Navidad, pero para mí, el día más significativo era el Día de los Inocentes, uno de los días que más recuerdo. Tengo grabado en la memoria un hombre vestido con chaqueta y pantalón de pana desgastado, atada a la cintura una cuerda de esparto verde, la cara con tiznajos y como, de forma violenta, sin llamar, entró en la salica donde estábamos comiendo estofado. Mi abuelo y mi padre se quedaron, y él quería llevárselo a la cárcel si no daban dinero, yo no entendía nada, lo miraba y gritaba, “yo ero bena, yo ero bena”, tendría 4 años, pero está grabado a fuego, por eso el Día de los Inocentes tanto lo recuerdo y animo a la juventud de aquí a que continúe esta fiesta y darle el sentido solidario que siempre ha tenido. Toda la Navidad transcurre con normalidad, ánimas y visitas a las casas, compartiendo la alegría y familiaridad propias. Llegamos a las fiestas de San Antón y San Sebastián benditos. Unas fiestas que diferencian a ORCE. No conozco otras parecidas, creo que son únicas, arraigadas en nuestro folklore tradicional, nostálgicas y sentimentales para todos los que estamos bautizados con agua del Rozalay:

  • La soldadesca.
  • Los danzantes.
  • El bajar y subir a San Antón a su ermita varios días.
  • Bailar la bandera (recuerdo a Miguelito, que la bailaba como nadie).
  • San Sebastián con sus moros y cristianos.
  • La colación.
  • Sus bailes de seguidillas y gandulas.
  • No quiero olvidar el día de los vítores cuando se recorrían las calles cantando coplillas que eran el resumen de los acontecimientos ocurridos en todo el año. Maestro de éstos, el tío Pérez, al que nadie ha superado en su picardía y gracejo.
    Me encanta, me hace sentir presente, aunque no esté en ORCE, que mi prima Carmen todos los años haga que mi nombre aparezca en los vítores.
    Desde la purísima hasta San Antón Pascuas son”. Reza el dicho de nuestro pueblo. Son unas citas para todos los que vivimos fuera.
    Jueves Lardero, casi siempre un día desapacible y frío del mes de febrero. Hay que salir de la casa al campo, comer tortilla de patatas, remojón de aceitunas, tajás de tocino frito y salchichón. Eso como yo todos los años recordando a mis paisanos que también lo estarían comiendo y regado con el vino de Galera. Por estos mismos días, el carnaval. En mis tiempos la gente se vestía al atardecer de máscaras, recorría las casas, y eso sí, se pedía licencia para entrar ¿se admiten máscaras?, y por la noche las tortillas típicas con chocolate y un buen baile.
    Enseguida Cuaresma, tiempo de silencio y recogimiento para resurgir con el Viernes de Dolores, centro de la religiosidad de nuestro pueblo, que al atardecer, y durante 9 días, une a un grupo de numerosos hombres en torno a la Virgen. Así se encuentran con la Madre de sus Amores, recogidos en su “aprisco” de bancos azules, situados en el centro de la Iglesia y enfrente unos de otros sin mirar hacia arriba. Esta distinción de lugar dentro de la Iglesia, fue eliminada a partir del Concilio Vaticano II, pero aquí se sigue manteniendo como tradición popular, aunque carente de “sentido cristiano”. Durante los 9 días que dura la Novena, he oído cantar con esas limpias e inimitables voces las letras propias de los 7 Dolores de la Virgen, una joya musical de la que desconozco su origen, pero que deberían ser grabadas para su conservación, para deleite y recuerdo de todos los orcerinos, y por eso desde aquí propongo a la Hermandad de Caballeros y Señoras de la Virgen de los Dolores, promover esta grabación con la música de dichas Novenas y de las de agostos, que son igualmente bonitas, antes que María y Carmen pierdan la voz, ya que son ellas la que le dan esa impronta que las diferencia.El Viernes de Dolores, debería ser declarada fiesta local. Un acontecimiento de renombre en la comarca que hemos de conservar como tradición. Démosla a conocer a nuestros niños y jóvenes para que la mantengan y la amen y sea ese amor el que haga que no desaparezca.
    Tradicionalmente se adornaban con colgaduras y luces las fachadas del itinerario de la procesión, siempre se ha hecho, estamos de fiesta y debe notarse también en nuestras calles, para no perder la costumbre.
    Transcurre la Semana Santa y empieza mayo con las flores y entonces ORCE tieneun aroma especial a Palma Rizá, Pitiminí y Lilas inconfundible.
    En las cruces de ORCE recuerdo que se solía poner la Cruz de Caravaca, posiblemente por nuestra cercanía a la ciudad de Caravaca (según la tradición posee un trozo de la Cruz de Jesús y traída hasta aquí por los Cruzados).
    ORCE pueblo agricultor y ganadero, con los calores de junio empiezan las labores más importantes del campo, un ir y venir de carros, gente madrugando, olor a mies, la solana repleta de grano y de paja los pajares y en las cocinas unas buenas migas con tajás y pepinos.
    Todavía se me hace la boca agua al recordar estos almuerzos y hasta con los que compartía el desayuno “¿Te acuerdas, Niño?”.
    Se cultivaba también remolacha y cáñamo. Los cañamones de la colación de las fiestas de San Antón. Se recogían los garbanzos y se cambiaban por tostados. Recuerdo como me quejaba de que mi cesta volvía más vacía que subía cuando llevaba mis garbanzos a tostar, hasta que comprendí que en esto estaba la ganancia.
    Durante los meses de verano la actividad era frenética e intensa, con el temor de que viniera una nube que se llevara el trabajo del año. Recuerdo una que salió “LA CAÑADA DE VÉLEZ” de bote en bote. Ya en septiembre, acabadas las tareas del campo, era la feria (con motivo religioso) se celebraba el 15 de septiembre, fiesta litúrgica de los Dolores de María. Pero en esta ocasión serán las mujeres las que festejen a la Virgen. Ellas de negro con sus escapularios azules tan característicos. Un corazón sobre el pecho, atravesado por las 7 espadas, símbolo de los 7 dolores de María. La mujer con su empaque hace de esta procesión una imagen inigualable que ahora celebramos el mes de agosto. Desde aquí invito a las jóvenes a que participen en la Hermandad, siempre necesitamos a la Virgen y vosotras las jóvenes sois las que tenéis que romper esos lazos que no os gustan y que nada tiene quever con ser cristianos. La Hermandad os necesita y como dice el Papa Francisco “no tengáis miedo a descubrir, a Jesús (el del evangelio). Él fue el primero que habló de la igualdad y de la libertad de todos los hombres”.
    Hasta aquí mi infancia vivida en ORCE y que por motivos familiares abandonamos. Recorrimos distintos pueblos y porque Dios quiso, mis padres me llevaron interna al Colegio de la Presentación de Guadix a estudiar, año 58-59. De mis amigas de ORCE, no había ninguna, pero sí de Cortes de Baza donde habíamos vivido. Poco tiempo después llegó Lolita, la de don Antonio el Médico, ¡qué alegría! Y fue para mi como ese lazo que me unía a mi pueblo. Siempre estábamos hablando de ORCE. En vacaciones de verano siempre veníamos a pasar unos días y de esta forma nunca hemos roto nuestras raíces. Venir era nuestro sueño y motivación durante todo el año, para estar unos días en la calle Palacio, jugar y pasear en la Plaza y disfrutar de ese fluir de agua que nos daban los Caños. Esta calle ha cambiado de vecinos, pero seguimos con la tradición de fuerte amistad. Es una calle familiar por naturaleza y nunca que vengo me siento sola. Estoy con mis vecinos, Adelina, Dolores, Pepito y Mª Carmen, gracias por acogerme.
    En la década de los 70, que ya era maestra, trabajé en Castilléjar. Me compré un SEAT 600, que para mi padre fue la ilusión, así podía venir a ORCE  en todas las fiestas. En los preparativos tarareaba las piezas musicales que tocaría la banda y los cantos religiosos que correspondían según la Liturgia y mi madre las letras, de esta manera fuimos aprendiendo a cantar y a vivir las fiestas. Así nos preparábamos para la aventura del viaje de volver a ORCE, siempre pinchaba la rueda en la cuesta de las Yeseras de Castilléjar…, y de esta forma los lazos y el capricho con ORCE nunca nos abandonaron.
    He recorrido muchos pueblos y lugares, pero yo siempre he sido de ORCE. Me he identificado mucho más con ORCE que con Granada y de esta forma he dado a conocer mi pueblo: precioso, con duende y que tanta curiosidad despierta por conocerlo. Sus fiestas, su castillo, sus casas palaciegas, la esbeltez de su iglesia y sobre todo sus habitantes, con su sentido de la acogida, su filosofía e idiosincrasia hacen de este rincón un lugar añorado no sólo por los que nacimos aquí, sino por los que, viniendo de fuera, han tenido el gusto de conocerlo.En la década de los 80 trabajé en Guinea Ecuatorial, África, como directora del Colegio Español, y allí llevé mi impronta orcerina. Las fotos de ORCE decoraban mi casa y la revista Alcazaba, me servía de unión y era ojeada por todos los que me visitaban. Algunos ampliaron vocabulario haciendo la sopa de letras y los pasatiempos de la revista. Di a conocer las chuletas que yo llevaba en avión congeladas ¿eran otros tiempos!  El salchichón se hizo famoso en mis aperitivos. Incluso aprendieron a decir ”zagales”, tal como ya decía refiriéndome a los niños… ORCE era conocido y reconocido, siendo una visita deseada por muchos.
    Una de las veces que volaba desde Guinea hasta Madrid ojeé la revista Ronda que publicaba Iberia y traía un artículo sobre el descubrimiento por el doctor Gilbert del hombre de ORCE. Debido a su importancia se me sobrecogió el corazón a esas alturas al conocer las últimas noticias de mi pueblo.
    Muchos recordareis a EDU, aquel niño negro de ojos vivos, tan travieso, como todos los niños. De esto puede dar fe Ana, la del Salero, que tantas veces lo invitó y compartió muchos de sus juegos. Juan Gabriel, su primer amigo, ¿qué paciencia tuviste con él! Mata Gallardo no lo olvidará, no quería más que darle besos y la traía por la calle de la amargura. Gracias por aceptarlo.
    Como recuerdo de mi estancia en África regalé al Ayuntamiento un bastón de mando de ébano y marfil con el nombre de ORCE. Por consejo del Alcalde de aquel momento se quedó depositado en la iglesia y lo lleva el Alcalde cuando preside las procesiones. Para la banda de música una batuta, también de ébano, en reconocimiento a su labor y porque esta banda y su música me suenan a celestiales por las calles de ORCE.
    De esta forma, en todos los sitios que he recorrido, mi ORCE ha sido conocido y yo me he sentido Orcerina.
    Ahora, en la serenidad de la jubilación, Orce es mi refugio y mi capricho. siempre quiero volver y empadronarme para ser Orcerina de pleno derecho.
    En las plácidas noches de septiembre, ORCE tiene una magia especial, un silencio y una calma que invitan a pasear. una visa fina, fresquita, agradable que te da en el rostro, un cielo azul lleno de estrellas, y una paz que solo aquí soy capaz de sentir y que me invitan a recorrer el pueblo en la soledad de la noche. empiezo por el paseo, con esos árboles centenarios como testigos de la vida y del pueblo, y que para mí vson los más bellos y grandes del mundo. La Iglesia tiene una visión impresionante de la parte de atrás, una mole tan lista y al final la cúpula, ¿Sandra MaríaPicos, la bruja de mi infancia?, porque creo que ésta vigila mis pasos. La ventana de la sacristía coqueta y curiosa. Los dos caños de agua que, aunque no tenga me parece oírla y me recuerda a cuando dije “agua” por primera vez y tanta sed me quitó. Sigo hacia abajo y me siento grande. La cimbra, qué es la primera chismosa en decirnos que ha habido tormenta, aunque no ha llovido en el pueblo. Los caños de abajo, ¡ay!  si pudieran hablar, cuántos amores y desengaños, ilusiones y decepciones, cuántos tragos de agua han sido testigos mudos de muchos sueños. Más abajo el pilar, dónde venían las bestias, siempre lleno de algas verdes, ovas como aquí se dicen. Sigo la calle Capitán Serrano, y no puedo evadirme del recuerdo de sus moradores, Juliana, la creadora de tantos modelos de vestidos para las fiestas, doña Julia, doña angelitas, qué sentada en su ventana me preguntaba ¿qué has comido Carmencita? ¿dónde vas?, Lunares, Chalud, Mariano, la despedida de los muertos y siempre llanto y tristeza.  pero mi corazón se acelera al llegar a la plaza del reloj y la calle del Nadador, aquí se mezclan sentimientos, mi abuelo Gabriel tomando el sol y yo que quiero ir al huerto de mi abuelo Rafael. Por momentos vuelvo a la realidad y paso a la calle Pocotrigo, aquella puerta tan grande del Parador y su piedra, que ya no está, no están y la alegría de poder ver la transformación que Joaquina ha hecho de la casa que puedo visitar cuando quiera para recordar, gracias. Me voy por la Morería y de aquí al castillo, un encanto especial y diferente su visión, recuerdo aquella empedrada y empinada cuesta que daba acceso al patio de armas.
    Una escalera amplia por la que se subía a las viviendas. Mi tía Angustias, y mis primos Miguel, titas y Margueli ¡ qué amistad tan honda y profunda!
    No siempre se podía subir a la torre del homenaje, y cuando se hacía suponía una aventura para cualquier zagal del pueblo porque allí ¡había fantasmas! siempre corríamos y gritábamos como locos.
    Retrocedo en mis pasos y desemboco en la plaza de la iglesia, y como decía mi padre, majestuosísima, preciosísima, la Iglesia que parece una catedral ¡qué ilusión la de mi padre! Desde ahí diviso la plaza y su saltador fluyendo agua, tentación para los niños y baños de algunos, los más atrevidos y valientes. la plaza, lugar de paseo, reunión, cita de jóvenes y nacimiento. Cada uno por su sitio. Los bancos de alrededor ocupados por personas mayores. Si esos bancos hablarán… Doy una vuelta para contemplar las casas señoriales de otros tiempos y el Ayuntamiento, con su fachada sobria pero elegante. Sigo por la calle de las tiendas y me vienen al recuerdo los portales, que así creo que se decían, el Calao con el aceite, Carmencilla con sus mezclas de piensos y embutidos, la Tata, panadería de las Mañicas, La Gabriela, la confitería de mi tío Antonio, con mi prima Carmen, la pescadería de La Molina, el estanco de Pilar Castellar y su sobrina Lelo, toda una institución y lugar de acogida para todos.
    Presidiendo la plaza del mercado, la casa Palacio de los Segura o casa de los Cirilos, ¡ qué curiosidad ver el patio con el caño siempre con agua! Casa emblemática y conocida de ORCE, santo y seña del esplendor y poderío de otros tiempos. Está plaza podría contarnos muchas historias y despedidas de personas que abandonaron su pueblo buscando lo que aquí no tenían.
    Era el lugar de donde partía el COCHE-CORREO, que así se llamaba el autobús que nos unía a Baza.
    De aquí partí la primera vez que yo viajé sola hacia Guadix, dónde estudiaba, teniendo que hacer transbordo en la Posada de los Simones en Baza.
    Con el corazón lleno de sentimientos y recuerdos termino mi paseo por los Caños de abajo, con un trago de agua fresca que me hace volver a la realidad.
    Tenemos un gran patrimonio histórico y somos nosotros los que mejor hacemos vender la marca ORCE siendo los mejores embajadores, hablando y compartiendo entre nuestros conocidos nuestra historia, nuestra gastronomía y nuestras lúdicas actividades. Tenemos que ser los sujetos activos de nuestra promoción, no dar lugar a que otros lo tergiversen.
    Identificarnos que somos de ORCE, donde se encontró el homínido más antiguo de Europa.
    ORCE tiene un gran pasado, del que no podemos vivir, además de un gran potencial humano, sois vosotros jóvenes, los que debéis empujar para el florecimiento de nuestro pueblo, no podéis recrearos en el pasado, tenéis que echar mano de vuestros conocimientos y capacidades para hacer de ORCE un pueblo vivo y activo. Se hacen cosas, pero no se difunden y hoy día tenemos a nuestro alcance los medios de comunicación, las redes sociales, qué pueden hacer llegar nuestras realidades e inquietudes a todos sitios, a cualquier lugar del mundo. ¡Señores!: ORCE se mira, pero con visión de futuro.
    Cada uno tiene que ser embajador en el campo que domine y ahí tenemos a María Pérez, atleta, de la que siempre especifican que es de ORCE, María es una buena embajadora de la marca de ORCE.
    Mari Nieves Chillón tiene que darse a conocer como poetisa de ORCE.
    En el Hotel “Los Ángeles de Granada” propiedad de Rocío Martín, tiene en su carta “chuletas de ORCE y huevos a la nieve” postre típico de ORCE.
    Todos donde estemos,  embajadores de ORCE.
    Con estas palabras he querido resaltar, honrar, festejar y celebrar a mi pueblo, ORCE.
    No olvidemos que el motivo del PREGÓN son las fiestas en honor de la Virgen de los Dolores: ORCE por reina te aclama, y en prueba de que te ama, te ofrece su corazón, dice su himno. nuestros padres te amaron con amor encendido fieles ante tu altar.
    Hoy queremos cantarte como  ellos te cantaron, tu trono está en el cielo, en Orce está tu hogar.
    Doy gracias al Señor Alcalde y a la corporación municipal por permitirme que cante las maravillas de ORCE.
    Pido una licencia, que este pregón sea en homenaje a mi padre Julio Martín Ambel, quien tanto quiso a su pueblo y a mis sobrinos para que estén donde estén ( África, México) sigan la estela que él nos trajo, llevando a ORCE en el corazón y poniendo su pabellón muy alto.
    ¡¡¡ Hay que vivirlo!!!
    ¡ VIVA LA VIRGEN DE LOS DOLORES!
    ¡VIVA ORCE Y SUS HABITANTES!, y ahora a divertirse como locos.
    GRACIAS.
                                             Carmen Martín Gómez