Antonio Guillén Gómez. Un obituario
precipitado
José D. Lentisco
Antonio Guillén Gómez nació en Orce (Granada). Estudió Ciencias Económicas
en la Universidad de Madrid. Durante esta etapa académica inició sus
colaboraciones en algunos periódicos y revistas -Ideal de Granada, o Castillos
de España, de Madrid-, así como en otras publicaciones de índole
universitaria, obteniendo sus primeros triunfos literarios: finalista del
Diario Regional, de Valladolid (1963, "El Agujero"); primer premio
del Distrito Universitario de Madrid (1964, "La Noche"); primer
premio de la revista Tobera (Escuela Superior de Ingenieros Aeronáuticos de
Madrid, 1964, "Madrugada y Niebla"); segundo premio de Radio Popular
de Madrid (1974, "Vuelve Germanie"); finalista del Distrito
Universitario de Salamanca (1965, "Viaje al oscuro silencio"); Teatro
Cervantes, de Buenos Aires (1979, "Música de América y España"), etc.
Investigación histórica Abandonó pronto la escritura de ficción, para dedicarse
totalmente a la investigación histórica, centrando sus estudios en el Reino de
Granada. En este campo obtiene el primer premio del concurso de investigación
convocado por la Asociación Española de Amigos de los Castillos, en 1977, por
su trabajo "Orto y ocaso de una zona fortificada: la Hoya de Baza, en el
extremo nordoriental del Antiguo Reino de Granada". Es autor, así mismo,
de numerosas monografías históricas, con el Sureste como objeto de reflexión y
estudio; algunas de las cuales han visto la luz en Alcazaba, publicación periódica
de su tierra, Orce, entre 1985 y 1994. Conocí a Antonio a comienzos de la
década de los 90, en Orce, de la mano de nuestro común amigo Antonio
"Regino". Habíamos contactado por teléfono para hablar de un persona
clave en nuestras vidas de investigación: el célebre cura ilustrado Antonio
José Navarro López (Lubrín, 1739 - Baza, 1797). Recuerdo aquel lejano y
caluroso día de agosto discurriendo por la dorada estepa cerealista entre la
Dehesa de la Alfahuara (María) y el camino viejo de Orce por la cañada de
Vélez. Desde el primer momento me impactó su fuerte carácter, me sedujo su
peculiar personalidad y me interesó su profundo conocimiento de los personajes
del Siglo de la Ilustración y los comienzos del liberalismo en España. Pronto
supe de su inquietud por la creación literaria y la investigación histórica.
Desde entonces todos los veranos hacíamos lo posible por vernos y hablar de
proyectos y actividades. Al poco (1997), entre Revista Velezana y el IEA,
editamos un libro fundamental en nuestra vida editorial: Ilustración y
reformismo en la obra de Antonio José Navarro, cura de Vélez Rubio y Abad de
Baza (1739-1797). A él siempre le gustaron los títulos densos, explicativos,
rotundos. A partir aquí las colaboraciones escritas comenzaron a incrementarse
tanto en Revista Velezana como en Axarquía (Levante almeriense), Péndulo
(Baza), Boletín del Centro de Estudios Pedro Suárez (Guadix), Trienio:
Ilustración y liberalismo y libros en el IEA (La expedición revolucionaria de
agosto de 1824 contra las costas de Almería, 2009; Una aproximación al Trienio
liberal en Almería: la milicia nacional voluntaria y su entorno (1820-1823),
1999. Antonio, como el cura ilustrado, suspiraba por su país: "Solo hablo
de la pequeña parte del Reino de Granada comprehendida entre una línea que
desde Almería suba a lo más alto de Sierra Nevada, baje desde allí por el río
Fardes, y por la Sierra de Huéscar caiga a Lorca, y entre en el mar por Cope,
junto a Águilas". Curiosidad insaciable Investigó cuanto pudo y supo de su
pueblo, amó y estudió profundamente a las gentes y las tierras del Sureste. Su curiosidad
era insaciable, pero quizás el que alcanzó mayor impacto entre sus vecinos fue
el de las fotografías antiguas comentadas. Pocos escritores tan finos,
creativos y rigurosos como él, pero tan preciso, elegante y profundo.
Desatendía los avances electrónicos, se negaba a utilizar el coche, costó Dios
y ayuda que dispusiera de teléfono móvil y ordenador, pero era feliz viajando
por el mundo, asistiendo a actividades culturales, cantando en el coro de sus
entrañables compañeros de Madrid o charlado con amigos y paisanos. Se construyó
una extraordinaria mansión con una clara vocación museística en Orce donde
alojó convenientemente sus colecciones y tesoros artísticos, recuerdos de
viajes, artesanías familiares, libros, cuadros, grabados, pinturas, esculturas,
barros y un sinfín de objetos que él nos mostraba cada verano con ilusión y
vehemencia. Viaja poco de Madrid a Orce, pero cuando lo hacía era con total
intensidad y entrega: saludando a sus viejos amigos y amigas, charlando con
todos, criticando los cambios negativos de su amado municipio. Hizo de su vida
una constante superación por la escritura, el enriquecimiento cultural,
sensibilidad con el patrimonio y por los objetos de valor artesanal o
artístico. Nuestra última visita fue memorable: agosto de 2016. Dimos cuenta de
un suculento asado de cordero, charlamos, discutimos intensamente (como casi
siempre) y, sobre todo, valoramos su última pasión: la creación de un museo
local en el palacio de los Segura con toda su colección de antigüedades y recuerdos
de viaje por el mundo. Le ofrecimos nuestra colaboración, pero también le
señalamos algunas dificultades. Sin saberlo, fue una feliz despedida. Desde
entonces trabajaba con denuedo haciendo inventario, documentando y preparando
las piezas. Durante el mes de agosto y parte de septiembre estuvo enfrascado
con notable entrega y desmedido afán. Estoy seguro que su último aliento lo
dedicó al añorado museo. Vanas ilusiones de los hombres que la muerte se
encarga de cortar despiadadamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario